El nihilismo es y ha sido epicentro de controvertidas opiniones e interpretaciones desde su nacimiento como filosofía, postulada por Friedrich Nietzsche, filósofo alemán del sigo XIX. Si bien las palabras nihilismo o nihilista habían sido utilizadas como términos anteriormente para denominar a personas que no creían en nada, su acuñación a la filosofía se dio con dicho filósofo. A continuación, analizaremos su filosofía de manera concisa pero lo más completa posible.
Es interesante y pertinente analizar esta corriente que tantas exégesis contradictorias tiene, pues parece que en el presente se ha constituido como una filosofía generalizada en la juventud de las sociedades abiertas, con todo y sus diferentes interpretaciones.
Nietzsche, una trágica vida
Primero, exploremos un poco sobre Nietzsche y sobre las bases de esta filosofía: Nietzsche fue un músico, poeta, filósofo y filólogo alemán nacido en Röcken, un lugar cerca de Leipzig. Tuvo una vida bastante trágica, la muerte de su padre y su hermano menor en años consecutivos lo afectó en gran medida, además de haber padecido una sífilis a temprana edad, que lo perjudicaría profundamente, llevándolo a la muerte en 1900.
Si bien nació en una familia de fe, su padre habiendo sido pastor luterano y él habiendo estudiado teología en algún punto de su vida, luego de las muertes de sus familiares se replanteó todo y, de esa manera, dio inicio al nacimiento de lo que hoy conocemos como nihilismo.
Ideal de Nietzsche
La idea de Nietzsche era criticar las bases de la sociedad occidental en su totalidad; la moral, la ciencia, la religión, el lenguaje, etc. Aseveraba que el hombre estaba enfermo, producto de la estructura occidental, supuestamente establecida por personas débiles y resentidas que generaban personas sometidas, esclavos o siervos, por lo que estaba en contra principalmente de la moral y, en consecuencia, de las religiones. Especialmente las judeocristianas, aunque también de las orientales. Criticaba muy fervientemente la idea del más allá, la vida después de la muerte, diciendo que nos limita y nos priva de vivir la vida terrenal plenamente, siempre esperando la vida ulterior.
¿Qué es el nihilismo?
En cuanto al nihilismo, concretamente, plantea la ausencia de significado objetivo en la vida, de aquel significado trascendental que reina en la sociedad occidental, o de cualquier otro. Alega que no existen verdades objetivas ni morales establecidas, y que las que están instauradas son opresoras, creando una sociedad rebaño. De esta forma, la solución es crear nuestros propios valores y verdades, para alcanzar el ideal, que es el “superhombre”. Critica fuertemente la superposición de la razón por sobre los placeres y deseos, cosa que le atribuye a la filosofía de Sócrates, porque, según él, niega la composición complementaria, aunque contraria, del ser humano.
Nietzsche nos dice que la vida carece de un significado trascendental objetivo, por lo que las religiones nos están mintiendo y limitando al establecer ellas uno. Esto también porque no existen las verdades ni moral objetivas, elementos que deben ser dejados en las manos de los propios individuos para poder ser verdaderamente libres.
Dios ha muerto
Asevera que la decadencia de Occidente es una realidad, ya que “Dios ha muerto”, como expone en su libro Así habló Zaratustra, refiriéndose metafóricamente a que todo lo que se desprende de él (moral, valores, religión, entre otros), está desmoronándose.
Nihilismo activo y pasivo
Dicho lo anterior, nos muestra dos posibles respuestas ante la presencia del nihilismo, que vendría siendo la ausencia de todo lo establecido, es decir, la nada: nihilismo activo y nihilismo pasivo. El primero consiste en el empoderamiento basado en esta ausencia de sentido, planteado de una forma similar a una tabula rasa, bajo el cual el individuo crea su propio esquema de valores y verdades, y la cúspide de su vida son sus ambiciones y deseos. Mientras que, el segundo, se basa en una aceptación radical del sinsentido de la vida y de la destrucción de los valores y verdades que conocía, llevándolo así a tendencias autodestructivas.
La interpretación más conocida del nihilismo es la segunda opción mencionada anteriormente, que causa desesperación y desesperanza, donde los sentimientos negativos son la esencia del individuo. Sin embargo, pocos conocen el “antídoto” que plantea Nietzsche contra el nihilismo pasivo, el cual se puede comprender entre la teoría de la voluntad de poder y la del superhombre, contenidos en el nihilismo activo.
Voluntad de poder
La voluntad de poder se entiende como aquella tendencia de todo lo existente a crecer, expandirse e imponerse. Esta, en el nivel humano, se caracteriza por el ímpetu del hombre de cumplir sus ambiciones y deseos, los cuales deben seguir creciendo y renovándose para poder así expandirse e imponerse a la vida, si no nos seguimos expandiendo y acumulando logros, morimos, metafóricamente hablando.
Superhombre
Ahora bien, el superhombre es la cúspide del nihilismo activo. Es la realización del hombre. Se refiere la aceptación de que Dios ha muerto, al despojo de todas las verdades y morales preconcebidas, a la creación de valores propios que se alineen con las ambiciones individuales y la expansión de uno mismo hacia ellas.
¿Es suficiente el nihilismo ante la vida?
Debo admitir que, cuando fui atea, coincidía con la filosofía del nihilismo activo sin saberlo. Al no tener un Dios al que admirar y tener como norte, las ambiciones y deseos propios se vuelven tu dios. No negaré que, en momentos de calma, es increíblemente motivador el tener las ambiciones en el escalón más alto del ser. No obstante, en los momentos más difíciles, estas ambiciones pierden sentido, haciendo así que te desplomes con ellas.
Nietzsche plantea un nivel de disciplina y resiliencia que difícilmente se pueden mantener en momentos de adversidad. A mi parecer, el hacer de las ambiciones propias nuestro dios es algo muy inestable, voluble, al igual que diseñar tu propio sistema de valores. Es algo que roza lo arbitrario y egoísta.
Me explico: si optamos por fijar en lo más alto algún deseo que tengamos, sea algo material o de crecimiento personal, ese algo es susceptible de cambio y de modificaciones nuestro antojo, lo que lo hace inestable. Esto puede conducir incluso a la desesperanza, al nihilismo pasivo, pues la carencia de estabilidad puede generar desaliento; de hecho, para ilustrar y si somos un poco más extremistas, una persona que tenga por ambición estar en la cima de la jerarquía de su empresa y caiga en depresión, algo muy natural, le perderá el sentido a aquel objetivo y quedará desamparado.
En esas situaciones es muy complicado e improbable mantenerse impasible, de hecho, la naturaleza de padecer depresión es todo lo contrario, por lo que aquella resiliencia y disciplina de las que habla Nietzsche son simplemente inaplicables. En cambio, asumiendo un significado trascendental de la vida o uno personal no basado en caprichos y deseos, el ser humano se planta con firmeza en la vida, siendo más estable aquello en lo que nos apoyamos, y esto es algo que brindan, por ejemplo, las religiones o filosofías como el absurdismo, según yo lo interpreto.
Nihilismo y sociedad
Por otro lado, la idea de construir las propias verdades y moral es igual de inestable que el superhombre, además de peligroso para la sociedad. Su planteamiento es bastante constructivista y concuerda plenamente con la muerte de Dios según él. Sin embargo, expone que esto supone ser libre.
La peligrosidad del constructivismo recae en el libertinaje que trae consigo, además de la desorientación de los individuos en la sociedad, la colisión de múltiples realidades autoconstruidas que tienen que ser igual de válidas entre sí, la pérdida de norte y predominancia de la destrucción e ignorancia de realidades objetivas.
El libertinaje, producto de la creación de verdades subjetivas y arbitrarias, es algo observable en la sociedad occidental hoy día, y podemos ver que solo la perjudica. Gracias al diseño caprichoso de aquellos elementos, somos testigos de la pérdida de estabilidad en definiciones que han sido inmutables desde tiempos inmemoriales, comprobados científicamente, además, que han ayudado a guiar a la humanidad, como lo son las definiciones de lo que es ser hombre o mujer. Especialmente el término “mujer”. Se evidencia en la ruptura de verdades objetivas como lo son la edad, el sexo y la ciencia, y en la sustitución de aquellas por tantas verdades como individuos existan.
Desde mi punto de vista, el nihilismo ha permeado en la juventud de las sociedades abiertas occidentales, las cuales también han instaurado el ateísmo como nueva religión. Han decidido cortar de raíz todas las bases de Occidente. Puede ser tanto el nihilismo pasivo como el activo, de igual manera resulta desalentador e inestable, e incluso ingenuo y hasta infantil. Pero, sobre todo, egoísta, al creer que el hombre es el centro del universo, el creador de verdades, el dictador de morales y razón suficiente para trascender.
Nietzsche tuvo ideas que pudieron haber sido rescatables si no las basara en la destrucción de lo ya establecido y en la inestabilidad del hombre, como, por ejemplo, la idea de la voluntad de poder. Esta podría resultar útil si se comprendiese como una fase dentro del ser humano que, junto a aquel sentido ulterior, conforman el ímpetu que lo mueve para conseguir objetivos, los cuales no serán precisamente su dios, pero sí una parte importante de su vida terrenal.
Lucha por Occidente
El nihilismo como filosofía es una que se debería estudiar muy a fondo, para saber precisamente en lo que no se debe caer. Analizarla con ojo crítico y rescatar lo salvable de ella. La alternativa que ofrece a la existencia con significado no es muy alentadora ni estable. Hoy más que nunca debemos luchar contra él en pos del individuo y de Occidente, proteger nuestros pilares basados en la dignidad humana, la vida y la libertad con sentido y responsabilidad. Hay que dejar de renegar de la historia y la ciencia, instruirse en ellas y valorar todo lo que hemos logrado como sociedad.
«Lo malo de que los hombres hayan dejado de creer en dios no es que ya no crean en nada, sino que están dispuestos a creer en todo». — G. K. Chesterton.